martes, 26 de febrero de 2008

¿El fin para Hillary Clinton?

Algunos dirían que sí, por lo imparable que parece ser Obama, así que Hillary tiene
que ganar contundentemente en Ohio y en Texas para generar momentum y llevarse Pennsylvania en abril. Sin embargo, las encuestas ya no la sitúan con la ventaja en los tres estados. Obama puede ganar en Texas, que es un estado con una demografía complicada, y seguir cosechando estados. Sin embargo, puede que gane Hillary ahí y Obama en Ohio. Quedaría pendiente Pennsylvania, que seguirá al pez gordo.

El problema es que Hillary ha cometido varios errores: algunos asesores le recomendaron no competir en Iowa, porque el perfil del votante ahí no le favorecía. Fue y perdió frente a Obama. Se recuperó en New Hampshire, pero Obama ya había surgido como una nueva opción para su partido. Su desventaja fue haber arrancado como favorita, así que el escrutinio de los medios sobre ella era mayor que el que había sobre los otros candidatos y nadie vio con buenos ojos que el Presidente Clinton atacara a Obama (con su idea de su "fairly campaign", que en realidad era sobre la idea de Barack de no que él no hubiera votado por la guerra, no sobre el estado de la campaña). Después, poco antes de las primarias en Carolina del Sur, su frase sobre Lyndon B. Johnson, que parecía desprestigiar la labor de Martin Luther King, Jr. por los derechos civiles, facilitó que los afroamericanos se volcaran a Obama, ya que tenían el dilema de votar por uno de los suyos o por la mujer del ex presidente que había mejorado su estatus económico. Luego cambió de jefe de campaña y la prensa se le vino encima. Nadie dijo lo mismo cuando McCain cambió de jefe de campaña a finales del año pasado.

Lo que Hillary Clinton no pudo prever fue que Obama fuese para ella lo que su esposo fue para George H. W. Bush en 1992: una nueva generación. Pero la generación de Hillary es una que ha roto varios moldes y el último que les falta le corresponde a ella. Sería bueno que jugara esa carta, no tanto la de la inexperiencia de Obama. Si la gente quiere cambios, que vote por alguien que tiene toda su vida haciéndolos, no por alguien que quiere hacerlos.

Algunos votantes tienen miedo de que gane ella y que todas las cosas sucias que empañaron la presidencia de Bill Clinton se repitan. Temen la andanada de ataques que lanzarán los republicanos en su contra. Lo de John Kerry quedaría como un juego de niños frente a lo que viene. Se dice que John McCain no recurriría a esas tácticas tan sucias. Los anuncios de una campaña siempre deben contar con el beneplácito del candidato a presidente, o a vicepresidente, o alguien del círculo íntimo que dirige su campaña. En el caso de Bush está claro que los ataques eran aprobados por Karl Rove y Dick Cheney.

Además, ¿qué cosa negativa se ha dicho de Hillary Clinton que no se conozca ya? Cada año salen unos 3 ó 5 libros nuevos diciendo lo mala que es. Los ataques en su contra hasta correrían el riesgo de aburrir. En cambio, nos develarían cosas nuevas sobre Barack Obama y nada tan delicioso como enterarnos de los pecadillos de los santos, ver cómo los grandes hombres en realidad son tan pequeños como nosotros. Aquí el escrutinio hasta el más mínimo detalle incluye al candidato y a su familia. Hace unos días Michelle Obama dijo en un mítin que por primera vez en su vida adulta se sentía orgullosa de su país y los conservadores se rasgaron las vestiduras. Y sería el comienzo si su marido gana la nominación. Se la van a comer viva.

Los delegados de Texas se van a repartir según el voto primario. Obama puede ganar ahí y perder en Ohio. Las campanas de duelo ya suenan por Hillary entre los que ven lo fácil que es subirse al carro del triunfo de Barack. Lejos queda aquella visión de la “inevitabilidad” de Clinton como candidata demócrata. Pero no es el fin todavía puesto que ambos están a la mitad del número de delegados necesarios para ganar la nominación y las encuestas han sido inconsistentes con los resultados. Así que, ya veremos.