viernes, 7 de noviembre de 2008

¿Qué le espera a México con la presidencia de Barack Obama?

Después de ocho años de gobierno republicano, nos toca ver un reajuste de las piezas en Washington. Aunque el análisis estaría completo con los nombres de quienes ocupen las posiciones más importantes en el gabinete de Barack Obama, tenemos que considerar que manejar una campaña no es lo mismo que gobernar (y para gobernar hay que dejar de hacer campaña).

Es decir, no todo debe ser optimismo pese a lo histórico de esta elección y la extraordinaria habilidad de Obama para los discursos. Que no se nos olvide que sus promesas no fueron hechas para los mexicanos sino para los estadounidenses, como la de los empleos y el libre comercio. Ésas son malas noticias para nosotros. Previo a las primarias de Ohio y Texas, Obama aseguró que buscaría que más fuentes de trabajo se quedaran en Estados Unidos y habló en contra de una renegociación del TLCAN, dado que en 2010 es la última fase de la apertura y no hay un futuro claro sobre lo que pasará con este acuerdo. Tampoco podemos olvidar que, pese a que votó a favor de ratificar un acuerdo comercial entre Estados Unidos y Perú, no ratificó el de Colombia y se opone a darle más ayuda a ese país para combatir el tráfico de drogas. Eso es una pésima noticia. Barack Obama carece de la experiencia y el conocimiento sobre los temas de la frontera y de la relación con México. El nuestro es un país que no ha visitado y cuando tuvo la oportunidad de viajar al exterior para mostrarse como Comandante en Jefe, o Ejecutivo, voló a Europa y el Medio Oriente. Creo que eso debe ser suficiente para que nos quede claro por dónde irán sus prioridades. Por otro lado, durante su carrera política no ha tenido mucho qué ver con comunidades mexicanas, excepto la gran comunidad mexicana de Illinois, pero aún asi, el acercamiento fue con los que son méxico-americanos.

Sin embargo, podríamos esperar que unas fueron las cosas que dijo durante esa elección primaria y otras las que puede hacer. Como Presidente, sus acuerdos comerciales deben recibir el visto bueno del Congreso y la ratificación depende de esta institución, no de él, pero le corresponde ser el principal impulsor del proyecto. Que tenga mayoría demócrata no le va a ayudar mucho. Es decir, puede ser que los primeros días haya una luna de miel, pero es inevitable que se busque medir fuerzas con la otra rama del poder supremo estadounidense. Y la lealtad partidista tampoco está garantizada. En 1993, Bill Clinton tuvo como aliados a los republicanos en la lucha por la ratificación del TLCAN y tuvo que negociar arduamente con sus propios correligionarios. Y eso que la situación económica entonces era mucho mejor que la de ahora.

No obstante, Barack Obama ha dado pruebas de un liderazgo formidable. A pesar de su corta carrera política, supo cómo arreglárselas para hacer a un lado a viejos lobos de la lucha por los derechos civiles como Jesse Jackson y Al Sharpton. Simplemente eran gente que representaba una visión que se está quedando obsoleta. Obama tiene ahora un liderazgo que no tuvo Bill Clinton en su tiempo. Pero, al igual que John F. Kennedy (otro senador novato), cuenta con un viejo zorro del Senado: Joe Biden, Jr., así que lo conveniente aquí sería que recayera en Biden para negociar con el Senado y apoyarse fuertemente en Hillary Clinton y en John McCain, que puede convertirse en uno de sus mejores aliados de hoy en adelante, como pudimos apreciar en su magnífico discurso de concesión.


A México le conviene extender la mano y aprovechar el inicio de la gestión de Barack Obama para proponer un borrón y cuenta nueva. Pero no puede esperar más de Barack Obama de lo que han sido los últimos cuatro años de George W. Bush. El precedente es que Bill Clinton hizo su primera visita oficial a México hasta su segundo período presidencial. Estados Unidos no puede ignorar a México y México no puede vencer sus principales problemas sin la ayuda de Washington. Por la importancia de la crisis económica no se habló de la inmigración y de los problemas que el narcotráfico le plantea tanto a México como a Estados Unidos. Ésa es una realidad que tendrá que afrontar el nuevo Presidente y va a hacer mal si continúa la línea de Nancy Pelosi en recortarle los fondos a la ayuda con México. Ahí sí que me gustaría ver un cambio en el que pueda creer. ¡Sí se puede!

martes, 4 de noviembre de 2008

Una victoria histórica

La victoria de Barack Obama marca un importante cambio generacional en Estados Unidos, como ocurrió con Bill Clinton en 1992. No sólo por la edad (47 años) sino porque se deja atrás a la generación de Baby-boomers a la que pertenecen los padres de Obama, Bush y los Clinton. Que una minoría llegue al poder en Washington es un gran paso. Que haya negros o hispanos en cargos públicos en sectores de mayorías blancas no es nuevo. En este sentido, Obama sólo sigue una tendencia que empezó hace algunos años. Pero su triunfo es una señal de que algo muy grande ha cambiado en el movimiento de los derechos de los negros: Obama tiene una nueva actitud que ha logrado añadir a su causa a más blancos de lo que nunca pudo Jesse Jackson, quien ha tenido que dar un paso atrás y ceder la estafeta, como muestran los datos de su avance en el voto de hombres y mujeres blancos (5% más que Kerry en 2004).

Aún así, Obama perdió en el Deep South, donde los negros son mayoría y 2/3 de los evangélicos votaron a los republicanos. Es decir, pese al triunfo de Obama el racismo no ha muerto. Se ha dado un paso muy importante al elegir al primer presidente afroamericano, pero eso no termina con la desconfianza y la férrea oposición que enfrentan los demócratas en esta zona. Es increíble que ni siquiera después del desastre administrativo y humanitario que fue el manejo post-huracán Katrina, los demócratas no puedan ganar una elección presidencial en esta zona (aunque les va mejor en elecciones para gobernador, senadores, alcaldes y representantes).

Por otro lado, no hay que olvidar que ésta es una generación acostumbrada a la tecnología cambiante. Los celulares, Facebook, YouTube, la página de internet de Obama y Biden sirvieron para recaudar casi 600 millones de dólares, registrar votantes y apelar al voto, usando al máximo la forma de comunicación de hoy, una herramienta que sus adversarios no pudieron usar con la misma destreza y que los nuevos votantes manejan a la perfección. Por ejemplo, el sitio de Obama era más completo que el de McCain y la información se conseguía más fácilmente. Pero que Obama haya renunciado al uso de dinero público manda al traste la ley McCain-Feingold que trataba de impedir que las empresas, los lobbies y "los grandes intereses" controlaran la política electoral es un gran retroceso. Aunque se dijo que el dinero de la campaña de Obama provenía de los pequeños donantes, la BBC aseguró que en realidad ocurría lo contrario. Que Obama no haya usado financiamiento público también obliga a un cambio en las reglas electorales, aunque queda por ver cómo. La mayoría de los legisladores en ambas cámaras no saben usar bien el internet, así que sus auxiliares, jóvenes en su mayoría, serán los que dicten las reglas al respecto.

En relación a la economía, el colapso financiero obliga a renovar las reglas y los compromisos con las empresas y la clase media. La inspiración que genera el carisma de Obama debe dar paso a una aportación a la cultura americana y deje su marca en los próximos años, renovando al capitalismo como debió haberse hecho desde 1989. No es aventurado decir que cada crisis económica en el mundo desde esa fecha a la actualidad pedía a gritos una renovación de ideas y estándares, después de todo, que el comunismo fracasara en Europa no significaba que el capitalismo triunfara. El "triunfalismo" que Estados Unidos vive desde entonces tiene que llegar a su fin.

Este cambio no es sólo alternancia política. La presidencia de George W. Bush ha causado un enorme daño al país de tantas maneras que los peores pronósticos que se hicieron en 2001 han sido superados con creces y para revertirlos se necesita algo más que un presidente demócrata. El partido republicano tiene que analizar sus fallos y moverse hacia el centro. Tiene que aportar mejores ideas y hacer una campaña basada en ellas, no en ataques. McCain es un excelente senador, cuya trayectoria desapareció una vez que la crisis financiera se convirtió en un lastre que arrastró a su campaña a esta derrota. Que haya perdido esta noche no significa que su carrera haya terminado. Al igual que Hillary Clinton, tiene un futuro en el Senado, logrando acuerdos bipartidistas. Que los demócratas tengan mayoría en el Congreso no singifica un "final feliz" ni una luna de miel con Obama. Los que le ayudaron a ganar las elecciones primarias pueden empezar a cobrarse el favor a partir del 20 de enero.

Las expectativas que creó Obama son muy altas y eso es delicado porque la promesa de cambio se convierte en un reto que se pondrá a prueba en política exterior, economía y seguridad social muy pronto. Su derrota en el sur marca una frontera que tiene traspasar a base de buen gobierno. Que las mujeres no hayan llegado a la Presidencia o la Vicepresidencia en 2008 significa que hay una barrera muy fuerte que tiene que romperse. Ojalá que muy pronto y ojalá que con una excelente candidata.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Los indecisos

La mayoría de la gente sabe por quién va a votar SEMANAS antes de los comicios. Sin embargo, se queda por ahí un porcentaje aproximadamente del 10 al 15% de indecisos. En las elecciones primarias demócratas, eran los que en el último momento votaron por Hillary Clinton. Este año, cuando se espera que cerca de 130 millones de personas voten mañana (o que hayan votado anticipadamente), los indecisos pueden inclinar la balanza hacia cualquier lado en Carolina del Norte (15 votos electorales), Ohio (20), Missouri (11), Colorado (9), Nevada (5), Indiana (11), Pennsylvania (21), Virginia (13) y Florida (27). Todos éstos son estados donde ganó Bush en 2004, pero que ahora se dividen (prácticamente) entre John McCain y Barack Obama.

Entre los indecisos suelen estar muchos que están registrados como "independientes" y que, en muchos casos, desconfían de ambos extremos del espectro político. Así que puede que vean a John McCain como muy de derecha y/o a Obama como muy liberal. Si son partidarios del gobierno al mínimo, votarán por McCain. Especialmente porque el tema de la redistribución de riqueza que se dice que propone Obama le pone los pelos de punta a este grupo de personas. Pero la mayoría puede que se incline por Obama, sólo porque se ha mostrado más sereno e inteligente que McCain, por lo menos en lo que a la elección de VP respecta.

Claro, está el "Efecto Bradley", con encuestas que le dan un margen de ventaja a Obama de hasta el 13%, pero precisamente por eso no podemos olvidar que las encuestas se equivocaron hasta el cansancio en las elecciones primarias de los dos partidos. Pero más bien veremos un "Efecto Obama". La cantidad de gente en los mítines de Obama sobrepasa con creces los asistentes a los eventos de McCain y Palin (y estoy dejando fuera los town halls). Lo cierto es que en los próximos días podremos sacar conclusiones interesantes de una campaña que añade nuevos elementos: un candidato a presidente afroamericano, una candidata a vicepresidente republicana, el internet, cerca de 10 millones de nuevos votantes y muchos de ellos muy jóvenes, una polarización en aumento.

Y, no podemos olvidar que más dinero para gastar no se traduce en una victoria (Kerry recaudó más que Bush en 2004). Además, no necesariamente el candidato que obtiene más votos populares consigue los famosos 270 votos en el Colegio Electoral. Y, en este sentido, el margen de victoria, en número de votos puede ser ridículamente pequeño.

De modo que, lo único seguro es que mañana se rompan récords de votación en Estados Unidos. La gente siente que su voto es crucial para que gane su candidato, así que saldrá a votar. La cosa es que mañana es un día laboral, habrá largas filas y esperamos que no escaseen las boletas, que funcionen bien todos los mecanismos de votación y que la jornada transcurra tranquilamente.